Me despierto deseando no haber despertado y deseando que todo sea un sueño, pero mientras oigo la impertinencia del televisor y su añeja información de la mañana, el despertar se convierte en pesadilla. Escucho como golpes en la cabeza cada detalle y no logro imaginar el rostro de él, pero si puedo imaginar el rostro de ella y su temor.
Como de costumbre la violencia me desata violencia y comienzo a llenarme de la rabia que lo incomprensible me provoca, pero me caigo...
Me desabrocho la muerte y el deseo de ahorcar y me hago amigo de Javiera y me imagino tomándola de la mano y ayudándola a limpiarse la ropa y secándole sus lágrimas. La miro como la novia de Forrest Gump y la recuerdo arrodillada junto a él pidiéndole a Dios "Dios bueno. Has que me convierta en pájaro y que salga volando de aquí..."
Entonces me decido a escribir para que la lágrima porfiada que me recorre la garganta se deje salir y me limpie la cara que ahora está sucia de verguenza. Entonces ella viene y se sienta a mi lado y me mira sin la cabeza rota y los huesos destrozados que debe tener su cuerpo. Me mira con su cara de ángel. "Porque ahora soy eso" me dice y entonces yo lo entiendo todo.
Me acuerdo de alguien que dijo que nuestro tiempo no tenía héroes y yo me acordé de Guillermo y de Daniel y ahora de Javiera. Ellos son nuestros héroes sin querer serlo. Sin arengas, sin refugios, sin ideología y sin martirologio.
Héroes o ángeles que nos cuidan, que nos refrezcan la memoria, que nos reviven el miedo, el valor y la urgencia; que nos hablan desde su muerte para que agarremos la vida.
Dejo de escribir un momento porque la lágrima porfiada dejo de serlo y comienza a caer como Javiera cayó sus siete pisos antes de encontrarse con el cemento frio y duro como nuestro asombro.
Entro en el colectivo atrasado a mi trabajo, como siempre, y presiento que la noticia es el asombro y que el asombro morirá junto a la noticia del instante, pero yo me prometo no olvidarlo y me prometo contártelo, amada hija, para que me lo recuerdes cada vez que mi amor no sepa encontrarte. Para que invoques a nuestro ángel cada vez que no entendamos, cada vez que no escuchemos y cada vez que no miremos... como tú me miras cuando te llamo querida Isamara.
un beso
juan manuel
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