Yo lo que quería era que no se notara que no vivía en Santiago. Tenía tanta curiosidad por sus edificios altos y por los letreros que saltaban y que sonaban en cada calle en la que estaba, que me hubiera gustado no andar tan asustado. Por eso es que nunca mire para arriba como se muestra en la tele que miran los huasos cuando llegan de provincia. Trataba de hacer todo lo que los otros hacían y tuve que disimular mucho para mirar el mapa del vagón del metro y ubicar la estación en la que me tenía que bajar.
Estación República me dijo la persona con la que hablé y ahí mismo fue donde la encontré. No me gustó la rosa que me ofreció y la verdad es que me contrarió mucho que una niña tan pequeña y delgada trabajara a esas horas y en un espacio tan público. Pero como estaba en Santiago y no quería que se notara mi copiapinismo, le recibí la Rosa y le alcancé el billete que tenía en el bolsillo.
No sé que pensé cuando me tomó la mano y pareció que me acompañaba dos pasos y tan poco sé que cara habrá puesto cuando solté de un golpe sus dedos azules y caminé casi trotando hasta perderla en ese Santiago... al que me cuesta volver.
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