A pesar de que no era un viaje largo ni muy planificado y que reemplazaría al esperado viaje a
Más o menos ese fue el argumento que hizo que Pedro se convenciera del viaje. Más o menos porque el argumento definitivo siempre ha sido, en todo orden de decisiones, la premisa de amor que Pedro tiene, y que consiste en consentir en todo a Emilia, pero sin que ella se de cuenta.
El nunca pensó que ese sería el lugar en el que hablaría del asunto. No lo planificó porque habría sido incapaz de planificar una confesión como aquella. Tanto así, que en las pocas ocasiones en que la idea se le pasó por la cabeza, terminó siempre pensando que nunca le contaría a su mujer esa historia que tantas veces lo había atormentado y que cada cierto tiempo se aparecía en sus sueños en forma de pesadilla y con ingredientes tan tormentosamente reales que si hubiese podido localizar la parte de su cuerpo en donde aquello ocurría habría dicho que le provocaban dolor.
Sólo ocurrió. Sentado al lado de su mujer con un sol que se despedía maquillado por las nubes y el reflejo del mar, comenzó a hablar.
Primero contó que no sabía lo que estaba pasando, sólo sabía que era algo terriblemente malo y que seguramente él tenía la culpa de todo.
También sabía que nunca debía decírselo a nadie, pero lo sabía más porque había algo en él, un miedo indescifrable, una pulsión que no tenía nombre que por tratarse de algo que nadie debía saber.
Se desabrochó la chaqueta y decidió soltar la mano de Emilia para cubrirse la cara y tomarse el pelo mientras seguía contando sin mirarla.
Emilia sólo dijo que no eran necesarios los detalles, que nada había cambiado, que ella estaría a su lado ahora como siempre, como lo ha estado desde ese día en que él le regalo ese girasol que todavía tiene, que la alegría que él le dio a ella, ella está dispuesta a devolvérsela, que ella tiene mucho amor para darle y siempre se lo dará…
Ese fue el momento en el que Pedro comenzó a suspirar un llanto silencioso y profundo, un llanto que le salía desde el vientre y desde los huesos, un llanto que parecía eterno. Un llanto que lo devolvía a su niñez
No hablaron mientras volvían a Copiapó, ella se ofreció para conducir y le sugirió que durmiera durante el viaje de vuelta. Él reclinó su asiento mientras pasaban frente al aeropuerto Desierto de Atacama y dejó que ella pensara que estaba durmiendo, pero sólo descansó con los ojos cerrados y la memoria puesta en un siglo de cosas ya pasadas y falsamente olvidadas.
Una vez en casa dejaron el auto cargado y se metieron a la casa y luego a la pieza y finalmente a la cama. Antes de apagar la luz y de poner su mano en el pecho de él. Emilia respiró profundo y lo miró seriamente a los ojos y con toda la ternura que pudo sacar de su alma, le dijo
Te amo con toda mi alma Pedro… y cada vez que quieras hablar de esto lo puedes hacer… y si no quieres hacerlo, jamás volveremos a pensar en ello”.
Y luego le sentenció.
“Si quieres denunciarlo, cuenta conmigo, con mi cariño y con mi rabia.”
1 comentario:
As claimed by Stanford Medical, It is indeed the ONLY reason women in this country live 10 years more and weigh 19 KG less than us.
(And realistically, it has NOTHING to do with genetics or some secret-exercise and EVERYTHING to around "how" they eat.)
P.S, I said "HOW", and not "WHAT"...
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