Debe ser una de las pocas compañeras a las que se le teme tanto como se le busca. Se me pone la piel de gallina cada vez que pienso que hay personas que son capaces de vivr la vida que no quieren vivir por no enfrentarse con ella o mejor dicho, por no enfrentarse con uno mismo que es lo que inevitablemente pasa cuando la prefieres a ella.
Uno siente ese miedo cuando le dice a alguien que prefiere estar sólo y se le va la vida en eso, o cuando de pronto la compañera de trabajo le presenta a uno, como casi todos los dias, una carta para que uno vea si está bien redactada, pero esta vez la redacción se refiere a una renuncia.
Uno siente ese miedo todos los días cuando ama demasiado a alguien. Cuando se estremece con la voz de alguien y cada vez que imagina su despedida al mismo tiempo se imagina la vida destruida y sin sentido. Lo peor es que sabemos que la vida no se destruirá, que si algún día me falta la Isamara por ejemplo (escribirlo me puso la piel de gallina con 30 grados a la sombra) lo más terrible es que no me voy a morir. No me voy a tirar de un cuarto piso. Lo terrible es que sé que seguiré viviendo.
Y vivir será será siempre amar a esta amante inoportuna, vivr será siempre pedir lo que no se tiene y dejar en los anunucios el concurso de una nueva espera que se promete segura por tres meses sin posibilidad de renovar.
Vivir será siempre huir y perseguir, para que nada nos aleje demasiado y para que todo esté un poco distante y para que siempre exista la posibilidad de invitar a un café con galletas a esta amante inoportuna... que se llama soledad