Hace un mes atrás, en un olivar de Carrizalillo, a las 15:00 hrs. aproximadamente, se casaron la Peque con el Rodrigo. Cuando lo hicieron, la mayoría de los que allí estábamos teníamos los ojos con lágrimas, sin saber si eso era producto del humo de los corderos al palo (a 6 metros de distancia) o por las palabras del Polaco (nombre con el que se conoce al Rodrigo en Carry) o por el hermoso vestido de la Peque o por todas las anteriores.
Si era por las palabras del novio seguro se debía a cuando dijo “hace algunos días alguien me preguntó que por qué me casaba…” lo que explicó fue hermoso pero no lo voy a reproducir porque eso sería plagio y el mismo Polaco me pidió que no pusiera esas palabras en este blog.
Lo que pasa es que se me ocurrió hablar de eso porque a pesar de que estoy separado y no tengo contemplado casarme nuevamente, yo soy un tipo que sigue creyendo en el matrimonio.
Siempre he creído que los ritos son importantes y el matrimonio es un hermoso rito. Lo que más me gustó de ser católico, mientras lo fui, fue asistir con cierta regularidad a esa hermosa representación de un banquete de pan y vino al que los católicos llaman la misa. En donde, como en el libreto de una obra de teatro, todos saben lo que hay que decir y la importancia que tiene hacer cada cosa. Todo tenía valor como una interpretación de algo que trascendía por el solo hecho de tener un significado para los que estábamos allí. Levantar la copa, decir una frase, estrechar una mano, arrodillarse.
Si yo hubiese podido hablar en esa tarde de febrero, les habría dicho a estos dos enamorados, que el amor lo es todo y que cada vez que hay dos personas que piensan compartir el amor hasta que la muerte los separe, a varios se nos vuelve el corazón hacia los lugares en donde estamos y las personas que nos rodean. Los ritos son eso, la confirmación de que todo lo que hacemos esta hecho en lugares y con personas que nos rodean o nos sostienen, al repetir la ceremonia que nuestros padres y sus padres interpretaron, formamos parte del grupo, nos sentimos pertenecientes a un lugar y a un grupo que nos acoge con su presencia. En esa tarde los olivos y el sol y el viento y las personas tenían sentido para quienes se estaban casando y era imprescindible que ellos estuvieran allí y que todo fuera en ese lugar. Esa tarde fueron los olivos y el hermoso Carrizalillo. Para otros será el mar, un valle, un cerro, muchas personas o sólo unas pocas. Incluso quienes deciden celebrar ese momento sin nadie que los acompañe, le dan un significado a esa decisión que forma parte del rito.
Que bueno que esa tarde no pude hablar, porque habría sido bien fome que los invitados hubiesen tenido que escuchar esta lata. A ustedes no les queda otra, quizás me puedan comentar y decirme que opinan del matrimonio Yo por mi parte, no creo que sea una simple ceremonia y un papel que hay que firmar... no les puedo contar la cara de mis viejos en otra tarde... en otro febrero.