Te has juntado con mi fantasma?....
Me imaginaba esa respuesta. Y como además de mentiroso soy previsor, había pensado en un par de sugerencias para que reconozcas el paso de mi fantasma, que seguro no lo viste porque además de delgado y silencioso como yo, es transparente como el agua.
Lo primero que debo contarte es que mi aparición no tiene hábitos, o mejor dicho los tiene, pero son muy malos.
En general no se sienta a comer a la mesa, por eso cuando estés sola sentada tomando tu desayuno, seguramente él estará de pié en el umbral de tu pieza o junto al lavaplatos, mirándote (que es su principal pasatiempo), con una taza de café en una mano y un cigarrillo en la otra,
Se perfectamente que en ese momento no debes hablarle ni invitarlo a sentarse junto a ti porque entonces va a tratar de disimular que te estaba mirando y se pondrá a correr como un niño asustado, atravesando muros muebles y arbustos. Es preferible, si quieres ser amable, dedicarle una de esas sonrisas que tú sabes dedicar a los que logramos verte.
Cuando se siente alegre por la forma en que amanece o por los olores que tiene una casa o la calle, comienza a jugar y a hacer bromas con las personas, con los animales y con los árboles.
Seguramente ahora podrás explicarte aquella vez en que sentiste que tu pelo lo tomaba el viento o cuando se perdió tu lápiz y la hoja y el informe o cuando el vaso de vino tenía la mitad de lo que sabías que tenía. Apuesto lo que quieras que cuando eso pasó él estaba en una esquina conteniendo la risa con una mano en la boca y la otra en su rodilla.
Eso es lo que más disfruta, tu cara de pregunta cuando las cosas se te pierden. Como cuando se te perdió el bus ¿te acuerdas?.
Claro que mi fantasma tiene días de tristeza, como cuando no estás sola en tu casa y a él se le suben los celos por los andrajos.
Esa no es la única vez que él está triste, ni siquiera es la más importante. La tristeza de verdad le viene cuando descubre tu tristeza y quiere dejar de ser fantasma para poder acurrucarte. Entonces no puede dejar de llorar con ese llanto silencioso que tienen las apariciones. Y así es como tú puedes explicarte el calor que comienzas a sentir de pronto cuando estás triste. De eso no hay ninguna duda, mi fantasma está abrazándote.
Cuando eso pase quiero pedirte que lo trates bien y le ofrezcas una sonrisa perfecta como esas que tú tienes y que alguna vez yo vi pasar por mis ojos.
Algún día puede que yo deje de pensar en ti, o no te vea por mucho tiempo y este amor cobarde que te tengo se vuelva delgado como mi fantasma.
Aún así estoy seguro que él seguirá jugando contigo en las alegrías y llorando contigo tus tristezas y sus tristezas.
Trátalo bien, te lo encargo
miércoles, enero 17, 2007
Tu pañuelo
Escuché que la televisión y sus dibujos me miraban más temprano de lo que quisiera. Escuché la mañana y el aroma que tiene cuando es verano. En mi pieza los calcetines caminan y las cosas se conversan secretos cuando les doy la espalda y tienen un orden extraño como de canción de Sabina. Todos desparramados, la bolsa, el disco, el vaso, los besos, pero tu pañuelo siempre está durmiendo. Se arruga encima del velador o sobre la ropa y se pone a dormir una siesta descarada mientras yo me abotono la prisa y mientras me disfrazo de colonia barata él me cuenta historias tuyas como la de la clase de historia o la del caballo en el río o la del libro en el árbol.
Cuando tu pañuelo se despierta, disimula su verguenza fingiendo estar molesto o enfermo y yo lo doblo despacio y lo acomodo en un rincón de mi cama y le digo que tú prometiste venir una tarde de estas en las que al llegar la noche se sienta y conversa del viento.
Cuando tu pañuelo se despierta, disimula su verguenza fingiendo estar molesto o enfermo y yo lo doblo despacio y lo acomodo en un rincón de mi cama y le digo que tú prometiste venir una tarde de estas en las que al llegar la noche se sienta y conversa del viento.
miércoles, enero 10, 2007
Renuncio
Cuando termina de decir lo que no había dicho en mucho tiempo, se agarra de la silla para entender que está unido a algo y para saber que podría desmayarse si las fuerzas no lo acompañan. Escucha lo que siempre temió escuchar, pero con sorpresa se tranquiliza al oirlo, después de todo esas respuestas son las únicas que conoce y, de alguna manera, frente a las únicas que sabe lo que se debe hacer. Lentamente toma aire y parece instalar una sonrisa en su cara., Se arregla la corbata, mientras se pone de pie con un gesto difícil de entender pero que se parece mucho a la indiferencia, comienza a caminar lentamente, recogiendo primero su maletín y después la chaqueta del perchero casi al salir de la oficina. Mientras empuja la puerta de salida y sin mirar atrás se le escucha en un tono firme y a la vez distraido.
- Sí, te amo... pero renuncio
- Sí, te amo... pero renuncio
jueves, enero 04, 2007
MISA
Perdón
El silencio reseco en que se descubre esta tierra
nos obliga a guardar tu rostro arrodillado
y te pide gritando que no lo abandones
que le mantengas intacto el recuerdo de tu misericordia
y de la dulzura viajera que en su llanto se esconde
el silencio estridente que descubre estas manos
aún permanece abierto en la memoria del tiempo
Gloria
Los que alguna vez encumbraron su sueño
tan alto que parece un milagro
hoy se convierten en pesos de nuestro descanso vacío
¡Aquellos que la ternura les permitió amarse desnudos!
y que maniataron al cielo con su insulto celeste
hoy descansan abiertos en la memoria del tiempo
en medio de su alabanza que, más que eso, es un grito
y más que un grito es su nombre
Aleluya
Antes dijeron que los pasos
que tuvieron que volar
se habían convertido
sólo en esa arena que no deja ver
y que cierra los ojos de quien se va hundiendo
Y después terminaron por olvidarse
Y por desarmarse en cada
camino que emprendían
después nos mintieron como si fuéramos
nosotros
los que nos estábamos mintiendo
Como si de pronto nosotros
Hubiésemos abierto esa puerta
Por donde entró el aire
Que nos heló los huesos
Y de paso el alma
Credo
Escucharon sus nombres
mientras el ruido de la muerte
les hablaba del miedo y del silencio
y mientras no comprendían que serían recordados
como los que, soñando, desaparecieron
Como los que, con sus delgadas siluetas,
atravesarían la punzante victoria de la neblina
y allí se quedarían escuchando su himno
o el absurdo recuerdo de sus promesas
Y antes que supiéramos que nuestra vida
no era lo que habíamos vivido
sino que era aquella sombra que,
siendo niños habíamos temido conocer
Ellos nos hicieron entender que teníamos
en las manos las mismas cicatrices de las
que se enorgullecía, sólo el canto serrano
de la hembra perdida a quien quisieron llamar
de veintidós maneras distintas pero
que sólo consintieron en bautizar
con el nombre que su propio llanto les otorgó
Padre Nuestro
Desde la tierra que nos visita
de vez en cuando
hasta el cielo que propone nuestra forma de amar
se vieron destruidos con el dolor de tu frente
con la estrella terrible que atravesó tus alientos
Y ese frío impaciente que por miedo provocaste
aún no lo hemos sabido perdonar
no hemos sabido perdonar el color amargo
de tus palabras sin vida
ni la madera gastada que barnizó tus baúles
Porque ni siquiera hemos sabido responder
a la pregunta que nuestra entraña vacía
nos repite mientras soñamos
(por qué aún no hemos sabido asesinarte
o desnudar tu cuerpo para que se puedan ver
tus espantos)
El silencio reseco en que se descubre esta tierra
nos obliga a guardar tu rostro arrodillado
y te pide gritando que no lo abandones
que le mantengas intacto el recuerdo de tu misericordia
y de la dulzura viajera que en su llanto se esconde
el silencio estridente que descubre estas manos
aún permanece abierto en la memoria del tiempo
Gloria
Los que alguna vez encumbraron su sueño
tan alto que parece un milagro
hoy se convierten en pesos de nuestro descanso vacío
¡Aquellos que la ternura les permitió amarse desnudos!
y que maniataron al cielo con su insulto celeste
hoy descansan abiertos en la memoria del tiempo
en medio de su alabanza que, más que eso, es un grito
y más que un grito es su nombre
Aleluya
Antes dijeron que los pasos
que tuvieron que volar
se habían convertido
sólo en esa arena que no deja ver
y que cierra los ojos de quien se va hundiendo
Y después terminaron por olvidarse
Y por desarmarse en cada
camino que emprendían
después nos mintieron como si fuéramos
nosotros
los que nos estábamos mintiendo
Como si de pronto nosotros
Hubiésemos abierto esa puerta
Por donde entró el aire
Que nos heló los huesos
Y de paso el alma
Credo
Escucharon sus nombres
mientras el ruido de la muerte
les hablaba del miedo y del silencio
y mientras no comprendían que serían recordados
como los que, soñando, desaparecieron
Como los que, con sus delgadas siluetas,
atravesarían la punzante victoria de la neblina
y allí se quedarían escuchando su himno
o el absurdo recuerdo de sus promesas
Y antes que supiéramos que nuestra vida
no era lo que habíamos vivido
sino que era aquella sombra que,
siendo niños habíamos temido conocer
Ellos nos hicieron entender que teníamos
en las manos las mismas cicatrices de las
que se enorgullecía, sólo el canto serrano
de la hembra perdida a quien quisieron llamar
de veintidós maneras distintas pero
que sólo consintieron en bautizar
con el nombre que su propio llanto les otorgó
Padre Nuestro
Desde la tierra que nos visita
de vez en cuando
hasta el cielo que propone nuestra forma de amar
se vieron destruidos con el dolor de tu frente
con la estrella terrible que atravesó tus alientos
Y ese frío impaciente que por miedo provocaste
aún no lo hemos sabido perdonar
no hemos sabido perdonar el color amargo
de tus palabras sin vida
ni la madera gastada que barnizó tus baúles
Porque ni siquiera hemos sabido responder
a la pregunta que nuestra entraña vacía
nos repite mientras soñamos
(por qué aún no hemos sabido asesinarte
o desnudar tu cuerpo para que se puedan ver
tus espantos)
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